En Kyiv, herida por la guerra, la Comunidad de Sant’Egidio es cada día un testimonio de vida que renace y de esperanza. Ese es el mensaje que el presidente de la Comunidad, Marco Impagliazzo, transmitió a una asamblea de unos 250 miembros de la Comunidad de Kyiv. Jóvenes y adultos, ciudadanos de Kyiv y desplazados de las regiones afectadas por los bombardeos comparten en la Comunidad la oración, el servicio a los pobres y el trabajo por la paz.
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Kyiv es una ciudad herida. La noche del 16 al 17 de junio, el enésimo bombardeo nocturno de la ciudad fue más intenso y provocó 28 muertos, 23 de los cuales se encontraban en un edificio alcanzado por un misil y que quedó totalmente destruido. El día a día de la ciudad está marcado por la guerra. En Kyiv la vida se hace más difícil especialmente por la noche, cuando muchas veces no se puede dormir por las alarmas antiaéreas, las incursiones de drones y los lanzamientos de misiles.
Un acto de homenaje a las víctimas del último bombardeo abrió la estancia de Marco Impagliazzo en Kyiv. Con una delegación de Roma y algunos representantes de la Comunidad de Kyiv, fue al barrio de Solomenski para depositar un cesto de flores delante del edificio que destruyó un misil. Fue un momento especialmente emocionante: en el patio adyacente al bloque de pisos se celebraba la ceremonia de despedida de una de las víctimas del bombardeo.
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La vida en Kyiv, como en otras ciudades de Ucrania, es especialmente dura para los desplazados internos. Son unos 4 millones en todo el país y se calcula que 400.000 viven en Kyiv: familias con niños, pero también ancianos y personas con discapacidad, que han perdido su casa, y con ella los afectos, el recuerdo de toda una vida y los sueños de futuro. Han vivido de cerca la tragedia de los bombardeos, de los asedios, de los combates por la calle y luego la tragedia de la evacuación. Los desplazados son una gran emergencia para Ucrania y un desafío imponente para el futuro del país, pero no centran la atención general del país y de la comunidad internacional, que reduce las ayudas que reciben.
La Comunidad ha abierto para ellos las Casas de la Amistad. Hay tres en Kyiv, donde cada mes se reparten unos 6000 paquetes de alimentos. Las Casas de la Amistad, como muchos desplazados le dijeron a Marco, son lugares donde han recibido no solo ayuda material, sino sobre todo alguien que les escucha, amistad, ayuda espiritual, donde han aprendido a ayudar a los demás y a “encontrarse a ellos mismos”, tras haberlo perdido todo.
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En una ciudad en guerra, la Comunidad de Kyiv construye el futuro, construye la paz, dijo Marco. Empezando por los pobres se prepara un futuro para todos. Como en las tres convivencias de personas sin hogar y otras con discapacitados: lugares de amistad que atraen a los jóvenes, ciudadanos de Kyiv y desplazados gracias a la solidaridad con quien ha encontrado acogida y una vida nueva. Mientras parece que la guerra con su destrucción no tiene alternativa, la Comunidad de Kyiv y de otras ciudades de Ucrania construye cada día trozos de paz.
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