HOMILIES

Homilía de monseñor Vincenzo Paglia en la liturgia en recuerdo de Floribert Bwana Chui

Lucas 9,23-26

En aquel tiempo, Jesús decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga.
Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?
Pues si uno se avergüenza de mí y de mis palabras, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria, en la del Padre y en la de los ángeles santos.
 

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Queridas hermanas y queridos hermanos,
hoy celebramos la fiesta litúrgica de Floribert, que fue proclamado beato por el papa León el 15 de junio. Es la primera vez que celebramos esta fiesta. Y cada año seguiremos celebrando este día como un recuerdo bendito.

Floribert fue asesinado la noche del 7 al 8 de julio. Mientras las manos asesinas se abatían sobre él, las del Señor lo acogían y lo llevaban al cielo dando testimonio de la fuerza del amor. Esta fiesta nos dice que el día en el que Floribert era asesinado por manos homicidas, era acogido por el Señor y llevado al cielo. Y ahora forma parte de aquella “muchedumbre inmensa” de la que habla el Apocalipsis, que día y noche está frente al trono del Cordero.

Sí, Floribert, hijo de la Comunidad y hermano nuestro, está frente a Dios. Sin duda es un ejemplo de cómo vivir el Evangelio, de cómo escucharlo y ponerlo en práctica. La pregunta que se hizo los días de la prueba (“¿Vivo para Cristo?”) es la pregunta decisiva del discípulo, de cada uno de nosotros. Él eligió a Jesús. El papa Francisco, hablando sobre él, dijo: “Podía haberlo ignorado, no lo habrían descubierto e incluso se habría beneficiado. Pero, como cristiano, rezó, pensó en los demás y eligió ser honesto, diciendo no a la suciedad de la corrupción. Esto significa mantener las manos limpias, mientras que las manos que trafican con dinero se manchan de sangre. [...] No te dejes vencer por el mal, no creas en las tramas oscuras del dinero, que te hundirán en las tinieblas. Ser honesto es brillar de día, es difundir la luz de Dios, es vivir la bienaventuranza de la justicia: vence el mal con el bien”.

Queridas hermanas y queridos hermanos, Floribert escuchó el Evangelio y lo puso en práctica al pie de la letra: “El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará”. Floribert no quiso salvarse a sí mismo, no pensó en lo que él ganaría; siguió al Señor y decidió salvar la vida de los demás. Es realmente un ejemplo a seguir. 

La fiesta litúrgica también nos dice que Floribert es un intercesor con nosotros y por nosotros. La Iglesia católica, que conserva con gran atención este misterio, lo llama “comunión de los santos”, para indicar que no hay separación entre la Iglesia del cielo y la Iglesia de la tierra. En definitiva, no solo queda derrotado el individualismo religioso, sino que destaca la comunión de aquel nosotros alrededor del Señor. No desaparece la relación directa que cada discípulo tiene con el Señor, sino que se destaca que no estamos separados de los demás.

El culto público que hoy empezamos es ante todo una invitación a todos nosotros, hijos e hijas de la Comunidad de la que formaba parte y a la diócesis de Goma, a dirigirnos a él en la oración para que interceda ante el Señor. Sí, queridos hermanos y queridas hermanas, en Floribert tenemos a un hermano que está de día y de noche frente a Dios. Él, junto a nuestros hermanos y hermanas que nos han precedido, es nuestro intercesor y también el de todos los que lo invoquen. A él le confiamos la Comunidad para que esté protegida del mal, a él le pedimos que presente a Dios el grito que elevan los jóvenes de África para que su continente resucite a una vida de paz y de justicia, a él le pedimos aquellas gracias particulares que cada uno tiene en su corazón. No olvidemos que la canonización está asociada al milagro que el Señor quiera cumplir por su intercesión. Que Floribert sea un ejemplo y también un intercesor con nosotros y por nosotros ante el Señor. Amén.